TRAYECTORIA |
Nació el 24 de marzo de 1948 en Katowice (Polonia) y murió el 24 de octubre de 1989 atacando la cara sur del Lhotse, en Nepal, a una altitud aproximada de 8.200 metros. Una cuerda de segunda mano, que había comprado en un mercado de Katmandú, se rompió durante la escalada y lo llevó a la muerte.
El 18 de septiembre de 1987 se había convertido en el segundo hombre, después de Reinhold Messner, en coronar los 14 picos con altura superior a ocho mil metros que existen en la Tierra. Además sigue siendo la persona (a 2019) que los ha coronado en un menor intervalo de tiempo, en un periodo de 7 años, 11 meses y 14 días. Tiene también el mérito ser el primer hombre en el mundo que ha conquistado cuatro ochomiles en invierno...
Sus comienzos en el mundo aventurero los dió con la espeleología, pero en el año 1965 se pasó al alpinismo. Las primeras ascensiones fueron en los Tatras, los Alpes italianos y las Dolomitas, donde en 1972 coronó la Torre Trieste por la cara sur, y al año siguiente, la Cima del Bancon por el pilar sur, subió en invierno por la sur de la Marmolada y por último, por la norte de las Jorasses. En 1974 participó en una expedición al Monte McKinley así como a grandes aperturas por la norte del Dru y repitió por la sur del Denali.
Es ya en 1976 cuando comienza su andadura asiática, donde afrontó la escalada a los montes Hindu Kush, de más de 7.000 metros, y en 1978 al pico más elevado de dicha cadena, el Tirich Mir (Pakistán), de 7.692 metros.
A partir de 1979 inició la serie de ascensiones a los gigantes del Himalaya, una primera escalada al Lhotse (8.501 metros) sin la ayuda de oxígeno. Después le siguieron el Everest (1980) (con oxígeno artificial, siendo la única vez que lo utilizó); el Makalu, de 8.481 metros (1981); el Broad Peak de 8.051 metros (1982), que repitió en 1984 por una ruta distinta; y el Gasherbrum II y I (1983). En 1985 afrontó sendas ascensiones invernales al Dhaulagiri, de 8.167 metros, y al Cho Oyu, de 8.153 metros; en el primero formó parte de una expedición polaca (del Club de Montañismo de Gliwice), dirigida por Adam Bilczewski, que alcanzó la cumbre el 21 de enero; y, el 12 de febrero, llegó a la cumbre del segundo, tres días después de que la expedición de su compatriota Andrzej Zawada la hubiera coronado.
Ese mismo año añadió otro de los ochomiles a la lista, el Nanga Parbat, de 8.120 metros, y al siguiente invierno coronó el Kanchenjunga (11 de enero de 1986), de casi 8.600 metros de altitud; no obstante, esta hazaña se vio ensombrecida por la muerte de uno de los expedicionarios, Andrzej Czok, quien había sido su acompañante en el asalto final al Dhaulagiri. Después de ascender el K2 (8/7/1986) y el Manaslu, en 1987 hizo lo propio con el Annapurna (8.091 metros) y el Shisha Pangma, con lo que completó todos los ochomiles un año después de que lo hiciera el italiano Reinhold Messner.
Al hablar de Kukuczka, es inevitable hacerlo del italiano Reinhold Messner y la rivalidad entre ambos por conseguir la Corona del Himalaya. Cuando el alpinista polaco comenzó su aventura de ochomiles, Messner ya había conseguido su quinta cima. Aun así, en el momento en que Messner hizo pública su intención de conseguir la Corona en 1983 y con nueve cimas ascendidas, Kukuczka aceptó el reto.
Aunque lento a la hora de aclimatarse, una vez conseguido, la resistencia tanto física como psíquica, y la potencia del alpinista polaco eran formidables. Es por ello que Kukuczka es considerado por muchos como el mejor escalador de todos los tiempos. Ascendió los catorce ochomiles en ocho años, más rápido que ningún otro hasta la actualidad. En el proceso, estableció diez nuevas rutas y escaló cuatro de los picos durante el invierno. Pero lo que hace todo esto incluso más sorprendente es que teniendo en cuenta la dureza de sus expediciones, había que añadir el asfixiante clima político de la Polonia comunista y los continuos problemas económicos. No tenía patrocinadores y todo su equipamiento era muy pobre, la mayoría de él era de segunda mano o lo construía él mismo.
La falta de material adecuado fue lo que le llevó a la muerte, cuando al intentar la ascensión por la pared sur del Lhotse y después de tres noches de vivac a más de 8.000 metros, a las ocho de la mañana, Kukuczka se lanzó pared arriba atado por una cuerda de unos 80 metros comprada de segunda mano en Katmandú. Cuando estaba próximo a la arista, Ryszard Pawlowski, el compatriota que le seguía, vio lo siguiente:
“Jurek realizó dos movimientos rápidos y cuando me pareció que ya tocaba la arista de nieve, de forma completamente inesperada comenzó a resbalar. Al principio despacio, pero a cada décima de segundo más deprisa. Todavía no me había dado tiempo a comprender lo que estaba ocurriendo cuando pasó a mi lado…”.
Kukuczka se despidió de este mundo con una caída al vacío de tres kilómetros que acaso le dejó totalmente irreconocible. Quien quizá haya sido el mejor montañero de toda la historia tenía 41 años, esposa y dos hijos. Fué enterrado en una grieta del glaciar por sus amigos.
Cuando acabas el libro autobiográfico de este pedazo animal de la montaña (‘Mi mundo vertical’), donde narra en primera persona cada gesta de forma extraordinariamente sencilla, lo primero que piensas es en esa maldita cuerda de segunda mano que rompió a 8.200 metros. Luego repasas sus logros y te quedas de una pieza. Si en ‘Mal de altura’, de Krakauer, se te quedó grabado a fuego el peligro de coronar el Everest más allá de las dos de la tarde por aquello de que después de llegar a la cima hay que iniciar el descenso a toda leche con muy pocas fuerzas, con Kukuczka esa máxima salta en mil pedazos.
... Si en el Everest, una vez desatada la tormenta, al día siguiente verás cuerpos de montañeros congelados en mitad del camino; no te explicas cómo el montañero polaco no se murió de frío todas esas veces que coronó un ochomil avanzada la tarde y durmió a puro vivac cerca de la cima, tapado por un plástico, en cualquier oquedad de la montaña. “Debía de haber -40 grados y el viento era terrible, pero logramos dormir unas horas antes de bajar”, te cuenta como si tal cosa...
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